domingo, 24 de enero de 2016

Lobos con piel de cordero

Prejuzgamos a la gente por su “envoltorio”, su apariencia física, raza, cultura, gustos… Las clasificamos, aunque en algunas ocasiones de manera inconsciente, por clases y, a su vez, las asociamos con lo bueno o lo malo, en función de las sensaciones que nos da esa persona a simple vista.

Muchas veces he sido testigo y carne de etiquetas, definido por los pensamientos de los demás o engañado por mis propias ideas. Así como por ejemplo, el estar tatuado, la gente, lo asocia con un chico chulo, rebelde, todo lo contrario a lo que creo que soy ¡vaya! Pero lo que ellos no saben es lo que cada uno de esos “dibujos” representa, la historia que se esconde en cada trazo, en cada pinchazo de esa aguja que marca en piel cada uno de nuestros recuerdos y emociones.

Por estas razones, y sabiendo todas las veces que me he equivocado y me he tenido que tragar mis propias palabras, os doy el siguiente consejo: muchas veces aquellos que parecen más diferentes, opuestos, o incluso aquellos que podemos considerar nuestro “antónimo”, pueden llegar a tener un corazón enorme y llegar a forjar con ellos una gran amistad; pero, sin embargo, aquellos que parecen ser más iguales, buenos,  humildes y leales pueden ser, en realidad, lobos con piel de cordero.

Así pues, debemos conocer a las personas desde dentro, mantener una mentalidad abierta y luchar contra las ideas que el subconsciente quiere imponernos al prejuzgar al resto, consiguiendo, de esta forma, darnos la oportunidad de conocer, verdaderamente, a las personas.

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