Hace un año ya desde que terminé el grado que he
estudiado. Y es en este momento cuando veo mi futuro aún más borroso que antes.
Ni tan solo el día que tuve que elegir y numerar, por orden de preferencia, los
diferentes grados que me gustaría cursar tuve tantas dudas como en este preciso
momento. Y os digo que no es por falta de vocación o por no tener ganas de
trabajar, pero la situación que rodea mi profesión no es la mejor.
Os preguntareis: ¿Qué
habrá estudiado? Bueno, pues tengo que enseñar y educar a niños y niñas, trasmitirles
aquello que sé y he aprendido, inculcarles los valores que defiendo y que a mí me han
trasmitido, e incluso, tengo que admitir, que, algunas veces, me veo obligado a
ejercer como enfermero o policía. ¿Lo habéis adivinado? Sí, soy maestro y,
además especialista en el área de Audición y Lenguaje. Como bien sabéis, no es
nada fácil ejercer como docente en un colegio (público), si no se superan unas
oposiciones, junto con miles i miles de
compañeros de profesión; y el conocido como el periodo Pinball, en el que los maestros novatos “rebotamos” de centro en
centro, trabajando a media jornada y pagando un alquiler superior a nuestro
sueldo. Una gozada, vaya.
Además, a todo esto, se le suma las constantes faltas de respeto que algún sector de la sociedad dirige al grado de Magisterio y, en concreto, a los docentes. Una profesión, injustamente (desde mi punto de vista), infravalorada por "hacer collares de macarrones", "tocar la flauta dulce", "cantar" (nótese mi ironía)... Argumentos estúpidos, de gente estúpida. No obstante, y aunque es cierto que algunos estudiantes cursan este grado como una opción y no por vocación, no deberíamos generalizar ni menospreciar el esfuerzo, la paciencia, el estudio, el cuidado... que los docentes tienen a la hora de enseñar. Recordad que todos hemos sido alguna vez alumnos y que nuestros hermanos, amigos, e, incluso, hijos estarán o habrán estado a cargo de un/a GRAN MAESTRO/A.
Además, a todo esto, se le suma las constantes faltas de respeto que algún sector de la sociedad dirige al grado de Magisterio y, en concreto, a los docentes. Una profesión, injustamente (desde mi punto de vista), infravalorada por "hacer collares de macarrones", "tocar la flauta dulce", "cantar" (nótese mi ironía)... Argumentos estúpidos, de gente estúpida. No obstante, y aunque es cierto que algunos estudiantes cursan este grado como una opción y no por vocación, no deberíamos generalizar ni menospreciar el esfuerzo, la paciencia, el estudio, el cuidado... que los docentes tienen a la hora de enseñar. Recordad que todos hemos sido alguna vez alumnos y que nuestros hermanos, amigos, e, incluso, hijos estarán o habrán estado a cargo de un/a GRAN MAESTRO/A.
Así pues, teniendo en cuenta esta Situación, me pregunto cual
será mi futuro. Nunca
sabemos lo que este nos puede deparar, pero espero que pronto la vida me
quite estas gafas empañadas que impiden ver claro mi camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por leer mis locuras y opiniones.